Wednesday, October 13, 2010

III

A veces me pregunto que hacen los demás cuando están tristes. ¿Toman el metro, leen diarios, respiran, comen algo, a veces duermen, van al trabajo, pasan de largo, hablan con alguien, miran futbol, hacen origamis, siguen viviendo? Si, seguro que siguen viviendo, pero ¿como?
Creo que el mundo es muy pequeño para que haya una salida.
Yo, que ya me creía curado de tales espantos, de tales desasosiegos, aquí estoy de vuelta, una vez más, dispuesto a hincar mi rodilla a la melancolía. ¿Serra que me habré acomodado demasiado? ¿No le habré quitado demasiada adrenalina a mi vida?
Después de tantos meses de trabajo, esculpiéndome una voluntad a prueba de catástrofes, resulta que sopla una brisa y me vengo abajo como si me hubiese golpeado un tsunami. Yo, que recién me creía de piedra, resulta que he vuelto a ser este manojo de nervios con el que tengo que luchar ahora mismo, a un paso de venirme abajo y tirarme en un rincón a esperar que la vida me patee el trasero una vez mas, a un paso de sentarme a esperar ese empujón de adrenalina que me ponga al borde del vomito cada mañana, y no me de espacios para pensar como estoy, sino que tenga que resolver donde estoy, y como llegar a donde quiero, o simplemente al próximo día.
Me he malacostumbrado a vivir al limite, con las vísceras colgándome de la boca de esta herida que llevo en mi alma mal hecha, deforme, pero irremplazable. Necesito una nueva batalla, una nueva razón para inflar el pecho, enterrar los miedos, y pelear de nuevo por lo que sea. Hasta que la muerte nos separe. A mí y a mi alma, digo…

No comments:

Post a Comment